Blanca Barrera-Cuadra junto a las obras de Lucía Gil-Casares.

Fotografía: JUAN CARLOS VEGA

Texto: MARCO DE PABLOS

MUAH: CASILDA RAMOS LÓPEZ-QUESADA

El gris y el blanco predominaban en el cielo de Madrid aquella mañana de noviembre. Tímidamente, asomaban resquicios de azul, que se entremezclaban con algún que otro rayo de sol. Sin embargo, esto no supuso ningún problema, pues ella estaba allí para aportar el color que tanta falta hacía ese día.

Blanca Barrera-Cuadra, también conocida como “Aguacatte”, abría las puertas de Monte Esquinza 8, donde, probablemente para muchos, los sueños se hacen realidad. Ella, una “gran soñadora” confesa, es la artífice y responsable de Espattio, un lugar de encuentro entre artistas, en el que el arte y la belleza son el motor de la creación y la interacción. Bajo esa premisa, también está al frente de un catering, que recibe el nombre de su seudónimo, y un estudio de interiorismo.

Pintura elaborada por Bernardí Sánchez.

Impulsora de un arte que nace del propio arte, del que es amante desde pequeña, cuando, como ella misma dice, solo era “una niña feliz, con grandes ilusiones y cargada de inocencia”, algo que aún conserva y se esfuerza en no perder, es sincera: “Ser reconocida por mi trabajo es uno de mis mayores logros”.

Y es que los tres proyectos profesionales de Blanca son, al mismo tiempo, sus tres pasiones. Tal y como sucede en el deporte, se fue adentrando en ellos sin darse cuenta, hasta que “una vez estás dentro, es como la mafia: no se puede salir”. ¿Su debilidad? La decoración. “Podría morirme decorando, encuentro inspiración en todos sitios”, asegura. Es ahí, donde detecta sin grandes atisbos “lo más importante de la vida”, la proporción.

“Sé cómo quiero vivir y tengo claro los pasos a seguir para conseguirlo”. Llena de vitalidad, creatividad y cierta sensibilidad, Blanche, como también se hace llamar, reconoce no llevarse bien con la “pereza”, algo que incluso sus profesores de universidad elogiaban y destacaban como una de sus virtudes. “Es la única vía para conseguir los objetivos marcados, trabajar sin descanso”, comenta.

«Mi mayor éxito en la vida será que no quepa la gente en la misa de mi entierro»

El encuentro, que se alargó cerca de tres horas, fue más que suficiente para percibir de inmediato la esencia de Blanca, cuyo deseo estuvo guiado en todo momento por el afán de ir más allá y no conformarse con un resultado cualquiera, sino el mejor. Eso sí, en un tiempo récord, ya que su experiencia frente al objetivo la delata.

Ella que se define como “generosa, cabezota y bastante expansiva”, también se caracteriza por la gran capacidad que tiene de prestar atención hasta el más mínimo detalle, un rasgo que se evidencia en cuestión de diez minutos a su lado. “El ojo se puede ir educando en la vida, pero si no te fijas en los detalles, poco puedes hacer para tener buen gusto”, relata, al mismo tiempo que reconoce: “Soy una maniática del detalle, me fijo y me acuerdo de absolutamente todo”.

Sobre estas líneas, mesa decorada con individuales de Torres Novas; vajilla, cubertería y candelabros de @2buscadorasdetesoros; flores de Flores Búcaro; y vasos mexicanos de @magicmexbcn.

Sobre estas líneas, mesa decorada con individuales de Torres Novas; vajilla, cubertería y candelabros de @2buscadorasdetesoros; flores de Flores Búcaro; y vasos mexicanos de @magicmexbcn.

Sé cómo quiero vivir y tengo claros los pasos a seguir para conseguirlo

El tiempo transcurrido en el número 8 de la calle Monte Esquinza sirvió, a su vez, para ser testigos del ir y venir que aquel dintel divisa día tras día. Lucía Gil-Casares era la artista cuyas obras albergaba Espattio por aquel entonces, y quienes lo visitaban no dudaban en saludar a la anfitriona del espacio, que, entre cambio y cambio, recibía siempre acompañada por Juanita, su fiel escudera.

En ese sentido, indica: “Tengo una tía portuguesa, que siempre dice una frase que me encanta: El cariño, con cariño se paga. Y en la vida, todo funciona así”. “Nunca hay que olvidarse de las personas que te han tendido la mano, hay que llevarlas selladas en el corazón hasta el final. Y si te llaman con alguna necesidad, estar a sol y a sombra”. Con todo ello, concluye: “Mi mayor éxito en la vida será que no quepa la gente en la misa de mi entierro”.

Con las agujas del reloj marcando las 13:00 horas, admite, entre risas, ser una apasionada de Julio Romero de Torres. Valiente, posa una última vez frente a la cámara. Con Julio como inspiración, ella se presenta como la “Fuensanta”, contemporánea y colorida. No le teme ni a la muerte, ni al fracaso. De hecho, el miedo ni siquiera entra en sus pensamientos. Así, se puso punto y aparte a una mañana en la que se olvidó lo encapotado que estaba Madrid, gracias al mundo de Blanca Barrera-Cuadra.

Pintura de Ángela Solís y Bernardo Sánchez.