En el corazón de los Pirineos centrales franceses, Luchon ofrece un equilibrio perfecto entre aventura y relajación. Esta ciudad es conocida como la Reina de los Pirineos y hace buen honor a esta denominación. Enclavada en un valle rodeado de cumbres de 3.000 metros, ofrece un sinfín de actividades para disfrutar solo, en pareja, en familia o con amigos. Rutas de senderismo por paisajes de postal, experiencias termales únicas y una rica gastronomía inspirada en los sabores de montaña, el abanico de posibilidades de ocio que ofrece Luchon, en la región de la Alta Garona, es un homenaje a los sentidos. Interminables praderas de verde intenso, cascadas que vierten estruendosas a los lagos y el sabor de platos rotundos en los que tradición y calidad se dan la mano, dejan en el visitante una necesidad de querer volver cuanto antes a esta tierra.
ALBERTO CASTILLO para FEARLESS
Desde el siglo XIX, Luchon ha sido un destino popular gracias a sus aguas termales y a su impresionante entorno montañoso. La ciudad conserva un legado arquitectónico que transporta a los visitantes a la época dorada de los balnearios europeos, cuando la aristocracia y la burguesía recalaban atraídas por el descanso y el bienestar que favorecían sus aguas termales. Aún hoy la ciudad evoca el esplendor de la Belle Epoque que se respira a través de sus edificios que conservan un aire de refinada elegancia propio de la sociedad de finales del XIX y principios del XX. Deslumbrantes villas y edificios históricos salen al paso sorprendiendo al visitante en cada esquina en un singular viaje en el tiempo que traslada al lujo y la elegancia del pasado.
El encanto de la Belle Epoque
La ciudad luce con orgullo el recuerdo de personajes de la cultura que dejaron su legado en la ciudad. En Luchon vivió en su juventud y escribió alguno de sus primeros poemas el escritor Edmond Rostand, quien da su nombre al Bulevar en el que se ubica la fotografiada Villa Julia, de la que se dice que en uno de sus balcones de madera encontró la inspiración para la famosa escena de la declaración de amor de Cyrano de Bergerac a su prima Roxana.

El Bulevar Endmund Rostand vierte directamente al Casino, uno de los edificios emblemáticos de la época, construido en 1880 por el arquitecto Raymond Castex. En su interior, un teatro de estilo Napoleón nos recuerda el lujo y la sofisticación que se vivió entre sus muros. Grandes artistas de renombre como el saxofonista Sydney Bechet, Charles Trenet, el violinista de jazz Stéphane Grappelli, o la pareja de artistas Sacha Guitry e Yvonne Printemps han pisado su escenario. Estos últimos se alojaban en la Villa Le Pigné, otra de las visitas imprescindibles. Para conocer la ciudad y sus históricas edificaciones, la oficina de turismo pone a disposición de los visitantes una utilísima aplicación móvil.

Las termas de Luchon
Una de las principales arterias es la Alameda de Etigny. Un paseo por este bulevar salpicado de animadas terrazas invita a degustar un café con la exquisita bollería de la que hace gala este país. Entre fachadas neoclásicas y hoteles históricos, llegamos directamente al epicentro y uno de los principales reclamos de Luchon, sus famosos termas. Aquí encontramos el Vaporarium, el único hammam natural de Europa, en el que el agua caliente emerge directamente de las entrañas de la montaña y se transforma en vapor al contacto con el aire. En sus galerías de más de 150 metros, la temperatura alcanza los 42°C y la humedad llega al 95%. Relajarse en aguas termales después de un día de caminatas es el cierre perfecto de una aventura en la abrupta naturaleza de este valle.

Pero si la ciudad te cautiva con su arquitectura y su historia, y sus aguas sulfuradas te recomponen la piel y los músculos, es sin duda la naturaleza en su máxima expresión la que hace de este lugar un paraíso del senderismo, con más de 400 kilómetros de caminos y rutas para todos los niveles donde puedes encontrar lagos de aguas cristalinas, imponentes cascadas y valles de verdes laderas que trepan hasta coronar cumbres que superan los 3.000 metros.
Valles de Oô y Lis
Una de las postales icónicas de la región es el Lago de Oô, a 1.500 metros de altitud, un lago de origen glaciar rodeado de montañas imponentes con su famosa cascada de más de 275 metros de altura, una de las más altas de los Pirineos. La caminata hasta el lago desde Granges d’Astau donde al regreso nos esperan las delicias preparadas en el restaurante Le Mailh d’Astau es exigente, pero sorprende la cantidad de familias con niños pequeños que se aventuran a esta excursión de unas dos horas de caminata.

La panorámica que se abre a nuestros ojos al culminar la ruta compensa con creces el esfuerzo de la subida, con un paisaje difícil de describir con palabras. Desde el lago de Oô se puede continuar hacia el Lago d’Espingo y el Lago du Portillon, donde las vistas se vuelven aún más espectaculares.
Para descubrir los recorridos menos transitados y planificar las mejores excursiones, conviene acompañarse de un guía profesional. En la ciudad tienen su propia oficina, donde contratar sus servicios y recabar información de utilidad sobre las mejores opciones de ruta. En nuestra visita contamos con la experiencia de Sophie Souleyreau, de www.passionmontagne.com

A 10 km de Luchon, se encuentra el Valle de Lis, menos transitado, pero igualmente espectacular, que ofrece bellísimos rincones en los que hacer un picnic y senderos que conducen a impresionantes caídas de agua, como la Cascada d’Enfer, o del Infierno, una de las más espectaculares de los Pirineos, que se encuentra a pocos metros del aparcamiento y de la estación eléctrica.
El nombre del valle, lejos de lo que pudiera pensarse, no tiene que ver con las flores de lis, sino que se debe a su denominación original en occitano, Batche dera Lit, que significa Valle de la Avalancha. Una visita a este valle no deja indiferente.
El Hospice
Aunque en nuestro viaje no nos dio tiempo a hacerlo, dejamos para una próxima visita la subida al Hospice de France, un lugar emblemático que ha sido punto de paso de peregrinos y refugiados a lo largo de los siglos. Ubicado a 1.385 metros de altitud, en el extremo del valle de la Pique, servía de refugio para quienes cruzaban la frontera entre Francia y España, aunque era mucho más que un refugio de montaña, convirtiéndose en un testimonio vivo de la
historia y la cultura de los Pirineos. Su legado de hospitalidad y aventura sigue atrayendo a viajeros que buscan conectar con la naturaleza y descubrir la majestuosidad de estas montañas.
Gastronomía Local
Dejo para el final la referencia a la rica gastronomía local, que nos hizo recuperar con cada plato las calorías quemadas en las rutas de senderismo. Al final, como dice el dicho, lo comido por lo servido, pero bienvenida sea una buena cazuela de Garbure, la sopa tradicional a base de verduras de temporada, como col, zanahorias, nabos y patatas, combinadas con alubias blancas y carne, generalmente confit de pato o cerdo, como la que dimos buena cuenta en Le Mailh d’Astau, en O’o, o el contundente Cassoulet un guiso de alubias blancas cocidas lentamente con carne de cerdo, pato y embutidos, tan típico de esta zona del suroeste de Francia. El pato y el cerdo siempre tiene un hueco en las cocinas del valle.

Ommnipresente en todas las mesas está también la sabrosa trucha de los Pîrineos, preparada a la parrilla o en salsa, y por supuesto, los quesos, de todos los tipos, aunque nos decantamos por un brie de Luchon y por el queso azul de los Pirineos.
Uno de los mejores restaurantes de la ciudad es La Tute de l’Ours, en la Alameda de Etigny, a 10 minutos de paseo de los baños termales y el Vaporium, donde disfrutamos de una buena muestra de los platos de la cocina francesa a base de productos locales.
Otro de los imprescindibles, a las afueras de la ciudad, enfrente del aeródromo y entre el lago de Badech y el río La Pique, la comida en La Guinguette du Lac de Badech además de exquisita, ofrece vistas panorámicas desde su terraza. Comida casera, elaborada con calidad y esmero, en un ambiente cálido y acogedor.

La Ciudad de las abejas
Este rincón de los Pirineos centrales franceses ofrece numerosas experiencias para conectar con la naturaleza y las tradiciones locales. Visitamos en Génos La Cité des Abeilles, un sorprendente recorrido por la historia de la apicultura y la producción de miel, de la mano de la familia Morlière, que lleva 3 generaciones produciendo artesanalmente mieles de toda variedad de flores y velas de cera de abeja, jabones y caramelos de miel. Su museo dedicado a la apicultura y la importancia de las abejas en el ecosistema es un canto a la tradición de los productos naturales.

En definitiva, Luchon combina naturaleza, historia y bienestar. Sus valles, sus senderos y el ambiente de sus calles hacen de este lugar un destino a tener muy en cuenta para la próxima escapada.
Una recomendación. Nos alojamos en el pintoresco Hotel La Rencluse, en el barrio de Saint Mamet a cinco minutos andando del centro de Bagnères-de-Luchon. Espaciosas y modernas habitaciones, y un exquisito buffet de desayuno para empezar el día con muy buen sabor de boca.