Fotografía ROBERTO MAROTO
Texto KATY MIKHAILOVA & MARCO DE PABLOS
Estilismo FRAN MARTO
Cuando ya no se trata de empezar, sino de expandirse sin límites, cual renacer de la Venus de Milo, criatura de las mil vidas y verbo sin filtro, Karla no regresa a nada. Porque lo suyo no es volver, sino incendiar el camino mientras avanza. En esta entrevista habla del dolor como color, del alma como destino y de la gloria como un sabor que se aprende tarde. Su historia no se mide en kilómetros recorridos, sino en verdades conquistadas. Y hoy, desde su propio infinito, nos deja mirar.
Hay personas que nacen dos veces. Karla Sofía Gascón lo hizo delante de todos. De la cámara, de la prensa, del público. Su transición fue un acto de valentía, sí, pero también de coherencia. Y en un mundo donde todo se disfraza, Karla se desnudó. No solo cambió de nombre, de cuerpo, de voz: cambió de narrativa. Y al hacerlo, desmontó la que nos contaron a todos.
Premiada en Cannes por su papel en Emilia Pérez, Karla ya no necesita presentaciones. Pero sí merece preguntas. No las de siempre. No las que se responden con titulares. Sino las que se responden con alma.
Hay trayectorias que se construyen sobre la marcha. Otras, sobre la herida. Ella lo ha hecho sobre la explosión. La suya es una historia de quiebre, de renacimiento, de combate contra sí misma y contra un mundo que a veces aplaude, a veces caricaturiza, y casi nunca escucha.
Actriz de raza, temperamento españolísimo, verbo afilado, y una presencia que lo llena todo sin pedir permiso. Karla es una mujer que ha hecho del riesgo su forma de estar en el mundo. Una figura incómoda para los dogmas, fascinante para la ficción, real para quien sepa mirar más allá del titular.
Hablamos con ella no para entenderla —sería demasiado fácil reducirla a una categoría o simple entrevista—, sino para permitirle desplegarse. Desde su infancia hasta la alfombra roja. Desde la furia hasta la fe. Desde el grito hasta el ruido del silencio.
“Quien no es de este mundo no puede revelarse, pues si se supiera quién soy realmente, no podría caminar sobre esta tierra. Así que dejémoslo en ‘un ser de luz en la oscuridad del vacío’”. Con esa definición enigmática y poderosa, se presenta a sí misma Karla Sofía Gascón. Ya convertida en una de las grandes efigies de nuestro tiempo, este reconocimiento le ha valido precisamente el galardón en la categoría de Icono en la cuarta edición de los Premios Mujer FEARLESS.
Pero hasta llegar a este punto, Karla ha tenido que recorrer un camino que dista mucho de ser de rosas; ha sido, más bien, un sendero lleno de espinas con muchas de las cuales aún debe lidiar. “Yo nací del todo y todo soy, por lo tanto, nací antes que mi propio cuerpo”, sentencia instantes antes de iniciar una conversación que no solo reforzará la imagen que otros tienen de ella, sino que también engrandecerá el legado que la ha convertido en lo que es hoy: una mujer con talento y sin miedo.

Vestido capa plisado en tono dorado de MAN’S y pendiente de IN MADRID.
FEARLESS: ¿Quién fue Carlos, quién es Karla y qué hay de uno en la otra, si me permites ahondar en este tema?
Karla Sofía Gascón: Fue una fracción de mí en desarrollo, una experiencia que me permitió entender cierta parte del ser humano. Al igual que Karla, realmente solo son un vehículo para la propia evolución de mi ser.
F.: ¿Te pesa más el pasado o el futuro?
K.S.G.: Cuando alguien mira una fotografía de su infancia, sabe que estaba ahí, pero no se reconoce. El pasado es solo el camino para llegar al ahora; el futuro no existe, es solo un compendio de permutaciones y variaciones con las cuales especulamos. Ni me pesa uno ni me angustia el otro, aunque tengo un sistema matemático mental que me permite casi rozar la videncia, el tiempo siempre me sorprende.
Lo que sí sé es que estamos en un momento de retroceso, como tantas veces en la historia de la humanidad. Mi esperanza es que sirva, cuanto menos, para tomar impulso y llegar más lejos cuando este periodo acabe.
Fue en esa infancia de la que habla cuando percibió, por primera vez, que había algo que no le permitía ser ella misma: “A los cuatro años supe que había algo que me impedía expresarme y comportarme como realmente era. Me daba mucha rabia cuando me decían que me comportaba como una niña, y eso hizo que, por ejemplo, cada vez que me confundían con una niña al ir a comprar, me irritara aún más, porque era algo que se suponía que estaba mal”.
F.:¿Qué imagen de ti te gustaría borrar? ¿Y cuál enmarcarías en una casa sin paredes?
K.S.G.: Borraría la imagen del doctor que me pinchaba testosterona porque le pareció que no me estaba desarrollando lo suficiente como un hombre, y le recomendó a mi madre el uso de ello en mi cuerpo. Una tristeza.
Enmarcaría el día que me otorgaron la Orden de las Letras y las Artes del Ministerio de Cultura de Francia. El día que la ministra me lo dio en su despacho.
F.: ¿Qué le dirías hoy a la Karla de 11 años, si te la cruzaras en una calle de Alcobendas?
K.S.G.: Te va a doler, pero aguanta.
F.:¿Quién fue la primera persona que te miró y te vio de verdad?
K.S.G.: Mi mujer, con 18 años.
«El entender otras vidas me ha hecho, indudablemente, más libre»
Su nombre comenzó a resonar a nivel mundial el año pasado gracias a su papel en Emilia Pérez, una interpretación que le valió la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes y nominaciones como Mejor Actriz en los Globos de Oro, los BAFTA, los Critics Choice Awards, los SAG e incluso en los Premios Oscar, haciendo historia en una industria que, tal como ella misma señala, sigue mostrando una doble cara.

Vestido en tono marrón de JOHANNA CALDERÓN; brazalete dorado de LUXENTER; pendientes dorados circulares de MICHAEL COSTELLO; y zapatos de tacón negros de MAGRIT.
F.: ¿Qué sentiste en Cannes cuando escuchaste tu nombre?
K.S.G.: En realidad, el momento más hermoso fue unos días antes, cuando sentí que eso iba a suceder: es una especie de alineación perfecta con el todo, como si te llenaras de energía y de paz. El anuncio de mi nombre solo fue una liberación de emociones.
F.: ¿Crees que la industria premia más a la historia que al talento?
K.S.G.: Creo que la industria baila al son del baile que toca. Creo que se nos llena la boca de arte y libertad, pero, a la hora de la verdad, hay tanto miedo como dinero puesto encima de la mesa. Cada vez se escucha menos: “por amor al arte”.
F.: ¿La actuación te ha salvado o te ha hecho más vulnerable?
K.S.G.: Todo lo que soy como ser humano se lo debo a la actuación. El entender otras vidas me ha hecho, indudablemente, más libre, más rica.
La evolución consiste en aprender los unos de los otros y crecer con ello. Imagina lo mágico que es experimentar el sufrimiento y las alegrías de muchos en una sola vida.
F.: ¿Qué parte de ti todavía duele cuando se apagan las luces?
K.S.G.: Me duele el silencio impuesto y autoimpuesto.
F.: ¿Te has perdonado?
K.S.G.:No tengo nada que perdonarme, porque todo lo que hago tiene un sentido que va más allá de lo que a mí me apetece. Jamás he hecho daño a nadie a propósito.

Karla Sofía Gascón luce body negro de SPANX; vestido también en color negro de MICHAEL COSTELLO; pendientes negros con cristales de ANTON HEUNIS; y zapatos de tacón de MAGRIT.
Fue durante esa temporada de premios cuando la polémica comenzó a acechar su sombra, arrebatándole parte de lo que tanto le había costado construir y reduciendo sus posibilidades de alzarse con la estatuilla, a pesar de una actuación “sublime”, como ella misma la define.
F.: ¿Hay libertad real en el cine hoy?
K.S.G.: No. Cada vez menos.
F.: ¿Cuántas veces has tenido que fingir ser lo que esperaban de ti para no quedarte fuera?
K.S.G.: Toda la vida. Hasta cuando creí que ya había acabado con eso, resulta que «todo Cristo» opina sobre cómo debo comportarme o lo que tengo que hacer con mi vida, y eso condiciona, aunque lo rechaces.
F.: ¿Qué opinas de lo “woke”? ¿Es liberación o nueva censura?
K.S.G.: Hay un control total sobre las masas, y el máximo control se ejerce haciéndoles pensar que tienen el control, cuando en realidad son simples individuos manipulados.
F.: ¿Qué te cansa más: el machismo soterrado o la condescendencia progresista?
K.S.G.: Me cansa la falta de ecuanimidad, la falta de balance y equilibrio, los extremos, y ver a la banda repetir todo como loros, sin ningún tipo de análisis previo.
«Se nos llena la boca de arte y libertad, pero, a la hora de la verdad, hay tanto miedo como dinero puesto encima de la mesa»
F.: ¿El éxito te ha traído más soledad o más ruido?
K.S.G.: El éxito lleva de la mano la envidia, sobre todo cuando vienes desde abajo. Nadie tolera que un igual triunfe, por mucho que te aplaudan de cara a la galería.
F.: ¿Te molesta que te conviertan en símbolo?
K.S.G.: Me molestan todas las estúpidas mentiras que se han dicho sobre mí. La gente opina en base a las valoraciones, criterios, interpretaciones, manipulaciones y titulares que otros hacen. No conozco a nadie que me haya escuchado decir ninguna de las cosas que me atribuyen pero, según les interesa, me aplican una cosa y la contraria al mismo tiempo. Si les viene bien, me llaman “progre”; si les viene mal, “de derechas”.
Pareciera que muchos intentaran acoplarme todo lo malo que ellos consideran como tal, para poder odiarme “justamente”. A mí me hace gracia esa transfobia camuflada de buenismo, moralidad y justicia divina.
Yo solo les dejo un recado a quienes me insultan o me ponen adjetivos negativos: eso lo serás, o lo habrás dicho tú y tu madre. Siendo fina.
F.: ¿Con qué papel soñado te reconciliarías con todo tu camino?
K.S.G.: Haciendo de villana que quiere acabar con el mundo en una película de James Bond.
Ahora, se encuentra inmersa en el rodaje de su más reciente proyecto, Trinidad, que se está filmando en Canarias y donde comparte protagonismo con Paz Vega y Gabriela Andrada. Karla Sofía Gascón confiesa que jamás se había encontrado con un equipo técnico y artístico tan respetuoso, lo que le ha permitido sentirse verdaderamente libre, vista y valorada. Agradece con especial cariño a su productora Silvia, así como a sus directores Laura y José, cuya profesionalidad y sensibilidad han marcado una experiencia profundamente enriquecedora tanto a nivel personal como profesional.
Ese contraste entre el cuidado recibido en dicho set y la crudeza con la que percibe el mundo se refleja en su mirada profundamente honesta. Karla responde con una mezcla de ironía y melancolía cuando se le pregunta a qué huele el cielo: “a tampones”, dice sin filtro. La gloria, en cambio, la asocia al champán efervescente y fugaz. Colorea la vergüenza de morado, el amor que no se puede nombrar de rojo ni el dolor de negro. Reconoce haber amado con miedo, pero nunca haber sentido un amor incondicional hacia ella. La palabra “tweet” le resulta insoportable —llegados a este punto, ¿a quién no?— y confiesa que su mayor miedo es perder a los seres que ama, algo que aprendió que ocurre sin previo aviso.
No hay molde que la contenga, ni cuerpo que la limite. Karla es verbo en expansión, furia quieta, belleza rota, una Venus sin brazos que aprendió a abrazarse desde dentro. No vino a buscar redención, vino a reclamar su forma. Entre ruinas y gloria tejió su verdad con carne y palabra. No es símbolo ni estatua: es el infinito hecho mujer.