Por Manuel Quintanarun jurista que aún cree en la ley como límite moral del poder

I.

Mi querido Alfonso ya te echamos mucho de menos todos los que hemos tenido el privilegio de compartir muchos momentos contigo. Creo que poco puedo aportar a todo lo que de bueno se ha dicho de ti. Simplemente corroborarlo.

II.

Nos conocimos con la hija de uno de tus mejores amigos y también amigo mío, Carlos Domecq, con el que estarás ahora. Nuestra querida y genial Dolo, tan amiga de la rima como tú, nos presentó y, desde entonces, ya más de 15 años. Cada vez que he podido estar contigo, para mí ha sido una impagable lección de filosofía de vida y, por consiguiente, de lo divertida que puede ser en compañía de buena gente de verdad.

III.

También nos une una ciudad que te encantaba visitar, Valencia, mi tierra y la de tu otro queridísimo amigo, Tip, José Luis Sánchez Polack. Fuiste Académico de la Real Academia de Cultura Valenciana y todavía nos acordamos de tu homenaje a Tip en Valencia con Iñaki Zaragüeta. Está grabada, fue en el Ateneo, organizada por La Razón, de la que fuiste cofundador y muy recomendable como semblanza del genio del humor y como muestra de tu sentido de la amistad.

IV.

Me da vergüenza reconocer que me emocionó esa rima que te inventaste para todos los valencianos y que le atribuiste a autor desconocido, o por lo menos eso creo yo, “Yo quiero para mi tumba”:

“El azul de la Albufera,

La luz de la Malvarrosa;

Mi Virgen junto a una rosa,

Mi Cristo, junto a un clavel.

El aroma de la piel

De mi Valencia adorada.

No quiero en mi tumba, nada

De oro, lujo o apariencia;

Quiero trabajo, decencia,

Amor, y jamás cizaña.

Mi Señera de Valencia,

Y mi Bandera de España.”

V.

Defendiste la singularidad de nuestra querida Región, su historia propia, su imposible identidad con la abominable invención de unos pretendidos Païssos Catalans, su lengua, su cultura, sus tradiciones y sus gentes. Y eso queda acreditado en multitud de artículos a lo largo de tu dilatada y brillantísima historia como columnista.

VI.

Nos brindaste momentos inolvidables en el “El debate del estado de la Nación” de Luis Del Olmo (Gorroño, Escolano, etc.), junto con Mingote y Tip, entre otros. Nos hiciste aprender y reír con tu “Tratado de las buenas maneras” y “El Marqués de Sotoancho”.

VII.

Ahora que te encuentras con ellos no te olvides de nosotros querido Alfonso pues un poco huérfanos de tu columna de “El Debate” nos hemos quedado. Bueno, al menos por fin con Don Pedro Muñoz Seca, asesinado en Paracuellos.

VIII.

Nos has dejado a mi querido Bosco Ussía, otro genio, y Alfonso, ya consumada pluma de nuestras letras con mayúscula.

IX.

Te doy las gracias por tantos buenos momentos, por las rimas que me dedicaste, y por todas las divertidísimas tertulias que compartí contigo. Te doy la enhorabuena por la Medalla que te impuso mi querida Cristina Cifuentes, la máxima distinción de la Comunidad de Madrid el 2 de Mayo.

X.

Pero, sobre todo, porque estoy seguro de que ningún obispo te podrá negar estar con el Jefe y tu querido Tip. Hace poco, mi amigo Enrique Cerezo (otro de esos buenos que aún quedan) me regaló la película La garbanza negra, que en paz descanse, donde mi querido Pepe Truchado (también allí, en la Paz Eterna) se inventó la estética de Tip y Coll.