Castellano, construir en gerundio: la historia de Archarray, la empresa de construcción de Jacobo y Pablo Castellano

Madrid es en sí mismo un boom que no cesa. Al auge de restaurantes de todo tipo se unen las grúas y las máquinas de obra. Un reto verdadero para los espacios donde luego transcurre la vida. Si se vive en gerundio, también se construye en ese mismo tiempo. O al menos eso ocurre en el caso que tratamos. Puede parecer una obviedad, pero construir en pasado o en futuro puede ser construir en arenas movedizas, sobre todo para el alma. A lo que vamos, aquí están los Archarray, o lo que es lo mismo, los hermanos Castellano. La historia de Jacobo y Pablo Castellano no está exenta de afán de superación, lágrimas y esfuerzo. Al morir su padre en 2010 heredaron su negocio teniendo que empezar casi de cero. “Cuando mi padre muere empezamos de cero una empresa totalmente nueva. Constituimos la sociedad con el dinero que pedimos adelantado del paro que nos correspondía al despedirnos de la empresa”, y es así como nace Archarray, la empresa de construcciones y reformas que ambos lideran y que es la responsable de las obras de alguno de los locales de moda de Madrid (Totó, Fishers, La Única, Udaipur) o de algunas viviendas que harían las delicias de muchos, y que no se pueden nombrar por el bien propio y ajeno. La discreción manda en plena época de las redes sociales. También están terminando las nuevas oficinas de Suárez y Aristocrazy.. ¡Puro lujo! Si en mayo del 68 los franceses enfadados decían “bajo los adoquines, la playa” ahora nos podríamos referir a los castellanos como “bajo las obras, Archarray”. Ya me entienden. Y no estamos enfadados como en el 68, ni siquiera indignados como en el 15M. Somos la generación de la alegría conociendo penas del alma como ninguna otra. Salud mental lo llaman. Pero no cesan las ganas de seguir adelante, a pesar de los pesares. Es la generación del baile aún sin música, del DJ sigue pinchando en-cualquier-otra- parte, las mariposas revoloteando en el estómago y la carcajada sonando a golpe de click. O de like. Elijan ustedes. Y fue precisamente por los likes en una publicación de María Pombo (esposa de Pablo) cuando la empresa empezó a crecer. “Un empuje” en palabras del marido de la influencer más influencer de España. Jacobo asiente y además matiza que ese efecto hace llegar a muchas personas fuera de Madrid. Que luego se tradujo en obras, claro.

Ellos son una suerte de faraones en segunda línea. No firman como los arquitectos o los interioristas, pero su trabajo es fundamental para el brillo de estos. Son morenos como los egipcios y castellanos como ancha es Castilla. También les brilla la piel. Incluso el pelo. Voces graves y venas pronunciadas cuando cogen uno de los objetos que llevan entre los dos para la sesión fotográfica que acompaña este reportaje. Una sesión de altura. No diremos más. Tampoco es necesario, para darse cuenta que son dos enamorados de su trabajo, y que con perseverancia han logrado crear una estructura que empieza a alejarse de lo que se conoce como Pyme. Ese es el rumbo de esta historia que empezó en 2011 con el reto de reformar un cuarto de baño de tres metros y pintar unas oficinas. Ahora ya va por pisos de miles de metros, incluidos locales de ocio o el sueño de promover al 100% una promoción inmobiliaria. Pronto será, según dicen. Ya saben, en España gusta el jamón y el ladrillo. Todo lo demás ¡plin! Es la inversión más segura. Al menos a la larga.

Queríamos que fuese en una obra y estamos en una obra. Sin casco y a lo loco, durante el rato que todo estaba en pausa y podíamos hablar sin ruido. La grabación periodística lo agradece. He aquí estas palabras sobre dos hombres que son además encantadores. En una era en la que el metaverso lo peta, hay quien sigue apostando por vivir en la realidad de lo tangible. Y eso es posible gracias a esa conjunción de materiales, formas y estilos que configuran una unidad irreplicable. La fe en los cimientos en un mundo que ha perdido todo rumbo seguro. Pero ahí están ellos, a veces con 15 obras simultáneas, con casi 60 empleados y superando sus miedos, aunque aparezcan otros, eso sí, para superarse de nuevo.

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