70 horas con CARMEN LOMANA por Bertie Espinosa

70 horas para desgranar los pétalos de una de las mujeres sobre la que más se ha escrito y hablado en España. Es conocida en todos los rincones del país. La admiran en los ascensores públicos y en los altos círculos, pasando por las calles de cualquier barrio. De Pan Bendito a Salamanca, pasando por su Chamberí, desde donde divisa la vida junto a sus orquídeas. Es una mujer de pequeños detalles. Atenta como el cancerbero, lista en su gestión, intensa en su amor por Guillermo, loca ante la vida, presumida ante sus vestidos, nostálgica frente a su pasado, entusiasmada con su presente, desprendida ante su futuro. Realista al despertar, soñadora al acostarse, crítica con el gobierno, frívola como arma de inteligencia. Ella encierra en su ser una letanía de adjetivos que pueden y deben contradecirse. Estamos 70 horas con quien en 2008 saltó a la fama dando grandes frases para el colectivo español, e introduciendo en el vocabulario español la palabra cash. No hay nadie que no la conozca. Y no resulta indiferente a nadie. O a casi nadie. Ya me entienden. Lomana solo hay una con siete vidas y 70 horas sobre papel. Empezamos en el AVE. Es una mujer de costumbres fijas y fiel a la eterna RENFE en cuyos sillones de cuero se posa feliz y contenta. Va a Marbella, el lugar que escogió ella tras enviudar de Guillermo Capdevila, su marido y gran amor. Necesitaba un escenario distinto donde pasar los veranos y desconectar de la guerra de las mil gestiones que encierra Madrid.

 

 

Marbella, corazón de la Costa del Sol, cuna del lujo español más glamuroso. Escenario de eternas fiestas y tesoro dorado de Andalucía. Fue en Marbella donde Carmen revivió y encontró su paz. Y aquí volvemos en tropa con ella el equipo de FEARLESS y Sandrita, su fiel escudera y muchacha desde hace 21 años. Hay tiempo para todo. Para la risa. Para la frivolidad, una pizza y hasta para enfados. Como las familias de verdad. O como la ópera. En un día somos capaces de pasar de la felicidad al drama, pasando por una cena en El Grill o unos churros en San Ginés. Nada se le resiste a esta belleza rubia que derrocha experiencia y consejos a modo de oráculo. Estoy convencido de que cualquier cosa que fundase Lomana tendría éxito. Tal es así, que es la mujer que sube las audiencias, por eso cada día está en un canal. Cualquier día pasas de Antena 3TV a TeleMadrid o TVE y está ella. Enciendes la radio, Kiss FM o COPE, y está ella. Es una suerte de bilocación a lo celebrity.

 

Un Padre Pío de lo mediático, capaz de hacer el milagro que todos quieren: subir la estadística. Sus frases son virales como la pólvora, y su personalidad, atrapante. Sabe conjugarse a sí misma porque como los niños buenos del colegio, se tiene muy bien estudiada. Esta es Lomana, la mujer de las siete vidas, de las reinvenciones constantes y de las 70 horas en Marbella.

 

Las siete vidas de Lomana no son un mito o un titular. Viajamos con ella para comprobarlo, para viajar al corazón de su alma. Atocha: algún fan la saluda. «Carmen, me encantas», se escucha desde el otro lado de la vía. Sonrisa y mirada risueña para un fan que clamó en ese Manhattan ferroviario que es la estación madrileña de Puerta de Atocha. Piiii. En el ascensor, un señor de no menos de 90 años la mira sin cesar esperando arrancar para entablar conversación. La reconoce. El viaje es breve pero finalmente a modo de despedida «Te escucho en COPE cada sábado, sigue dándole caña a este Gobierno». «Gracias, señor», dice una acalorada Lomana que busca su tren y arrastra su pequeña maleta. Gusta a jóvenes y mayores. A pijos y a los que están en vías de desarrollo. ¿El éxito de su fama? Ella misma. Ni más ni menos. La fórmula es ella y nadie más. Así es desde aquella pillada en Dior en medio de la crisis más aguda que ha conocido España. De alguna manera fue un soplo de aire fresco en una televisión que solo anunciaba catástrofes por llegar. Se diezmaban los ricos. Y allí estaba ella, comprando feliz y dejándose llevar por la fantasía del Dior de John Galliano. Allí estaba ella haciendo frente a la España de Zapatero y Pedro Soles, inyectando fantasía en los hogares a los que llamaba la tijera del recorte mientras a ella le llamaba la tijera de la alta costura, de la moda. Y también era necesaria una medida como Carmen Lomana, para no lastrar la moral de esa España convertida en un ejército de la guerra económica. Viejas tácticas de guerra con nuevas voces que entusiasmaron. Y siguen entusiasmando desde entonces.

 

 

Es la misma que pronunció cash entre lamentos, como una madonna del capitalismo mientras pensaba en los que más sufrían la crisis: los que tenían algo que perder. Es imposible hablar de Lomana sin remontarse a esas primeras horas de fama que condicionaron su existencia. Está claro que sigue siendo la misma, pero no lo mismo. Tenía razón, pero la tacharon de frívola e insolidaria. Ella respondió: la frivolidad es una manera de inteligencia. Una especie de medicina para la pena que te pone en otra pantalla de la partida.Su arma para vivir siete vidas. Y el arma que de vez en cuando dispara en estas 70 horas de risas y lamentos. El arma para reinventarse sin despeinarse ni perder el estilo. *Lo puedes perder todo, pero hay que arreglarse siempre» Y aquí estamos, después 15 años de fama y 7 vidas, ante 70 horas que la definen. Este podría ser el título de su biografía. Pero es la literalidad del presente que vivimos junto a la rubia Lomana a orillas del Mediterráneo. Yo le escribía cartas, ella me respondía por teléfono. Es así de romántica ante lo desconocido. Género epistolar con género telefónico. Dos estilos para una unidad de vida en la que cabe el amor por lo bello, la filosofía, los libros, el buen vivir o las risas más tontas. A Lomana se la conoce y se la desconoce a partes iguales. Hablar con ella es meterse en una conversación que puede no tener final. Deja respuestas abiertas y cierra algunas con rotundidad. Empezamos la jornada y ella se viene arriba cuando cambio el flamenco por Material Girl de Madonna.

 

¿Carmen, el Papa sabe quién eres tú?
“¡Que va a saber el Papa quién soy yo! Los cardenales españoles sí, y con algunos me mensajeé durante la pandemia”.

 

Nos gusta dar giros en la conversación. Tienen efecto secundario. Puede ser que el Papa no lo sepa, pero sí lo sabe toda España, que sigue sus pasos a través de las redes sociales o los medios. Jamás imaginó esta vida a estas alturas. Un regalo del cielo que atribuye a su eterno Willy. De hecho, es tan frenético el ritmo que nunca ha trabajado tanto como lo hace en la actualidad. Ha contestado cientos de entrevistas, agradado a miles de fans, posado en multitud de ocasiones y no se cansa. No quiere cansarse. Es de esas mujeres que tienen por bandera la actividad sin fin.

 

Pero aquí estamos, pasando 70 frenéticas horas en las que caben las preguntas más trascendentales y las más frívolas. Conjugando en una misma frase el debate por la existencia de algo superior y la última colección de Chanel. Y conjugando escenarios como el Marbella Club o el centro de la ciudad. Callejuelas andaluzas para fotografiar a una mujer del norte que ama el sur.
Este escenario que conjuga el lujo más silencioso y la belleza andaluza encierra en sí muchas respuestas ante la vida. Como la propia Carmen, que ha sabido responder con entereza ante cada revés ]de la vida. Por eso fascina, entre otras cosas, esta mujer rubia a la que le brilla el alma después de la tormenta. Porque ella es de ese bando que no se hunde ante el huracán. Crece, se hace fuerte como un tótem de hormigón armado.

 

Carmen, evocador nombre que a lo largo de la historia ha inspirado a artistas de diversa índole. Desde la de Prosper Mérimée a la de Bizet, pasando por la de Carmen Sevilla o la de Los Chunguitos. Ya saben, manola, la de la bata de cola, la de España, o ante la que había que emborracharse para hablarle, Carmen Carmen Carmen, porque sino nunca voy a hablarte que cantaban respectivamente. Y eso hemos hecho, emborracharnos de Carmen para plasmarla en un numero que también es un homenaje a quien ha llenado los medios de su esencia. Carmen, como manera de entender la vida. La nuestra, la de nuestro siglo. La que nos ha tocado vivir. Otras carmenes vendrán, pero Lomana permanecerá.

 

 

Carmen es la protagonista de su propia ópera. La mujer que mira al infinito sobre el mar mediterráneo en un atardecer de febrero. La misma que también mira los desfiles buscando la moda más tajante para lucir en sus propias carnes. Tanto, que su armario protagonizó una exposición en el Museo del Traje. Carmen bien merece una exposición. Una portada y lo que le pongan por delante. Musa de diseñadores, de poetas en clandestinidad y de otros artistas que pueblan la geografía nacional que la ven y la contemplan como la mujer completa. Lo es. Y hasta se puede ser «famoso como la Lomana», que cantaba hace poco Hubertus Hohenlohe, uno de sus íntimos del núcleo de Marbella. Él le ha dedicado una canción pegadiza que es algo así como el nuevo «Mamá quiero ser artista» de esta generación.

Los Mismos también cantaron algo de Carmen. Y podría venir a cuento porque uno piensa en ella al por esto de:

 

En un lugar de una ciudad

En cualquier calle, tú la encontraras
Pues Carmen es algo especial

Al conocerla, lo comprobarás
Sabe cantar, sabe bailar
Solo con verla, tú la admirarás

Y sin pensar, también dirás
Carmen, sin duda, es la chica ideal

Carmen tiene alma de poeta
Tiene ángel, tiene calidad
Una chica extraordinaria…

 

Nuestras horas llegan a su fin. Un almuerzo con amigos en lo alto de una colina de Marbella es el escenario donde consumimos al sol este tiempo que ha sido una inmersión en el mundo Lomana. Un mundo de relax y de actividad. De olor a Peonia Nobile de Acqua di Parma. De perlas sin fin. De vestidos con historia y flashes infinitos. Perdidos en una suite interminable con vistas al Mediterráneo, en calles donde el sol bañaba el atardecer, donde la mujer se antepuso a la famosa, y donde ella fue más ella que nunca. Perdidos para encontrarnos con ella como ella es.

 

Y hasta aquí nuestras setenta horas. En Madrid, las horas del reloj seguirán sumando experiencia, preguntas respuestas. Vida.

¿Te gusta «70 horas con Carmen Lomana como titular?»

«¿Tanto hemos estado?» , me responde extrañada ante el paso del tiempo. Un fin de semana largo. Tres días con Carmen y he aquí un poco de ese huracán de belleza, inteligencia, frivolidad y lujo.

 

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