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Hay restaurantes que alimentan el cuerpo y otros que alimentan la escena. TATEL Madrid, en plena Castellana, hace ambas cosas. No es solo un restaurante, es una escenografía: luces tenues, elegancia retro, acento internacional y un toque flamenco que irrumpe —literalmente— entre mesas y copas. La música en directo —rumba castiza, nada de lounge anodino— convierte la sobremesa en una especie de tablao emocional donde el protagonismo se reparte entre las ostras, el aguacate a la brasa con gamba roja (sí, el aguacate se ha hecho adulto), y el público que lo llena.
Hay ostras naturales y otras con vestido. Hay rapes como epílogos. Hay cócteles que parecen pensados para quienes coleccionan cenas como quien colecciona portadas. Porque TATEL no es solo gastronomía, que roza la alta cocina sin ponerse pedante, sino coreografía, lugar de paso obligatorio, y excusa perfecta para quedarse un rato más. Un rato largo.

Ubicado en el número 36 de la mencionada arteria de la capital, TATEL Madrid trasciende la categoría de restaurante para convertirse en una auténtica experiencia sensorial. Su propuesta es una fusión vibrante entre la gastronomía española contemporánea, el ambiente sofisticado y una programación artística en vivo que lo posiciona como un emblema del estilo de vida madrileño e internacional. Aquí, todo está pensado para el deleite.

Cocina con raíces, mirada actual

La cocina de TATEL se construye sobre las bases del recetario tradicional español, pero se expresa con una mirada actual, fresca, innovadora. Cada plato se elabora con productos de temporada cuidadosamente seleccionados, y el resultado es una carta que abraza lo local sin renunciar a una proyección global. Desde clásicos como la tortilla trufada o la milanesa TATEL, hasta pescados frescos, arroces con carácter o carnes tratadas con mimo, la propuesta se completa con una coctelería de autor pensada para acompañar cada momento, y una bodega con referencias nacionales e internacionales elegidas con precisión.

Escenario clandestino con alma cosmopolita

El espacio en sí es parte del viaje. Su estética, inspirada en los clubes clandestinos de los años 20 durante la Ley Seca, ofrece una elegancia atemporal con guiños al Art Déco: materiales nobles, luces tenues y una distribución que invita tanto al recogimiento como a la celebración. Todo está dispuesto para que una cena íntima pueda transformarse, en cuestión de minutos, en una velada animada y sorprendente. No es casualidad que este escenario haya sido elegido para rodajes de series como La casa de papel o La Fortuna. Su energía es cinematográfica.

Al mando de los fogones

Al frente de la cocina se encuentra el chef Juan Antonio Medina, figura clave de la alta cocina española, formado en templos como Zalacaín, Arzak y elBulli, y reconocido con una Estrella Michelin por su trabajo en A’Barra. Desde Madrid, lidera el equipo culinario global de TATEL, llevando su visión de la gastronomía mediterránea reinterpretada a cada una de las sedes del grupo. Bajo su dirección, el sabor, la técnica y la calidad del producto conviven en equilibrio perfecto.

Los esenciales de TATEL

Entre los platos que han conquistado a locales e internacionales, la Milanesa TATEL destaca como un icono de la casa. Fina, crujiente, coronada con huevo poché y trufa, es una combinación que eleva lo clásico a lo memorable. La tortilla trufada, por su parte, reinterpreta con personalidad un símbolo de la cocina española, mientras que el arroz con costilla de vacuno cocinado a baja temperatura representa ese mestizaje entre tradición y vanguardia que define la carta. Para cerrar, la ya célebre tarta de queso TATEL, con interior sedoso, base de galleta y helado de miel, se ha convertido en un imprescindible que desafía a los paladares más exigentes.

La música como hilo conductor

La música en vivo es otro de los pilares que convierte a TATEL en un lugar singular. Cada día del año, el restaurante vibra con una programación pensada para animar el ambiente sin robar protagonismo a la conversación ni al plato. Desde vocalistas que llenan el espacio con emoción, hasta DJs que hacen del afterwork un ritual, o percusionistas que marcan el pulso de la noche con el espectáculo Rumba Live Show, todo suma para crear una experiencia multisensorial. Comer aquí es, también, escuchar, sentir, bailar con los sentidos.

Coctelería y bodega a la altura

La coctelería, inspirada en la esencia de las antiguas barras clandestinas, ofrece desde reinterpretaciones de clásicos hasta creaciones propias que rinden homenaje a la sofisticación líquida. Cada trago se acompaña de destilados premium y mezclas elegidas con la misma atención al detalle que define la cocina. A esto se suma una bodega excepcional, comisariada por un equipo de sumilleres que ha reunido etiquetas españolas e internacionales con personalidad y carácter. El vino, como no podía ser de otro modo, marida aquí no solo con los platos, sino con el momento, con la música, con la compañía.

TATEL Madrid es el buque insignia de un grupo que ha llevado esta fórmula de éxito a destinos tan exclusivos como Ibiza, Dubai, Riyadh o Valencia, con nuevas aperturas en camino. Más que una marca, TATEL representa una manera de entender la gastronomía como una celebración de la vida, una experiencia donde cada elemento —la cocina, el entorno, la música y el servicio— se conjugan para crear algo que no se olvida. Porque TATEL se visita, se vive y se recuerda.

Con la llegada del calor y ese impulso tan madrileño por encontrar terrazas, paseos y planes con sabor, la ciudad ofrece un refugio gastronómico imprescindible este verano: Kabuki Madrid. Ubicado en el número 38 de la calle Lagasca, este espacio reconocido con un Sol Repsol 2025 y presente en la Guía Michelin invita a vivir una experiencia culinaria donde el chef Alejandro Durán despliega una propuesta de alto nivel, sin artificios, donde hablan el producto, la técnica y la autenticidad.

Kabuki Madrid es el restaurante perfecto para quienes buscan disfrutar del verano madrileño desde la elegancia, el sabor y la precisión. Su propuesta se caracteriza por el uso de materias primas de altura para mantener los sabores y la autenticidad de los pescados, así como el uso de las técnicas más puras para trabajarlos, en especial los cortes, su precisión y el respeto a la estructura orgánica de los alimentos. La carta presume sin disimulo de un pescado excepcional. Imprescindibles son su tataki de lubina con mostaza japonesa, cebolleta, wakame y piñones, el nigiri de cigala con grasa de jamón ‘Joselito’ y salsa nikiri y la degustación de atún, selección de sus tres diferentes cortes.

Hay platos tradicionales y minimalistas japoneses. Desde el Daikon Nishine, rábano cocido sin agua, o Age dashi tofu, hasta otros más elaborados como la castañeta de wagyu cocida a baja temperatura durante 72 horas con parmentier, miso y teriyaki. La influencia mexicana del chef se nota en platos como el futomaki de cochinita pibil, senbei de tartar de toro con salsa pastor, nigiri de calamar con salsa chipotle, roll de papada de cerdo con salsa de chiles Tatemados o un aguachile de cenizas y pulpo con aguacate sunomono.

El chef Alejandro Durán demuestra una ejecución impecable del estilo robatayaki, una de las técnicas gastronómicas más aclamadas, resumida en fuego en parrilla de carbón. Su sakana kume niniku, pescado blanco con salsa cítrica, o el wagyu japonés de la región de Miyazaki, de grado A5, el más preciado, son sencillamente extraodinarios. El homenaje a la cocina popular madrileña está presente con los yakitoris de callos de wagyu, de oreja de cerdo o de mollejas de cordero, el bocata de calamares, de corte fino con emulsion de ajo negro y migas de pan y el tartar de atún y huevos rotos.

En la parte dulce, tienes que probar los clásicos mochis Kabuki, realizados de forma artesanal, su sopa de mango y jengibre con fruta fresca, helado de coco y dacquoise de coco o el brioche hojaldrado con chocolate guanajo 70%, azúcarillos de té matcha y un sorbete de coco y yuzu.

La barra más sensacional de Madrid

Los amantes de la comida en barra están de enhorabuena. Kabuki Madrid cuenta con seis asientos, el número perfecto para ofrecer una atención altamente personalizada, ver la delicadeza y precisión con las que el equipo de sushimen transforma cada bocado en una experiencia.

La veneración al arroz de sushi, shari en japonés, es emblemático en Kabuki Madrid, donde se trabaja con la receta y proceso de elaboración del chef del mítico restaurante Tokyo Taro, Masao Kikuchi. La característica más reseñable es que el shari es más sabroso que el elaborado por la mayoría de cocineros nipones y se adapta mejor al gusto occidental. No obstante, en Japón hay ejemplos notables de esta línea de elaboración, siendo el más destacado el del famoso chef Sukiyabashi Jiro en Tokio.

Podemos apreciar una visión del recetario nipón armonizado con destellos de I+D+i, logrando el equilibrio perfecto entre el color, la textura y el umami. En su amplia propuesta de sushi y sashimi no pueden faltar grandes clásicos de la Cocina Kabuki como el nigiri de huevo frito de codorniz con paté de trufa blanca, el usuzukuri de pa amb tomaquet, el de mojo verde canario y papa o una nueva incorporación, el nigiri de vaca marinada en toki, salsa macha y unas gotas del preciado whisky japonés Hibiki.

Kabuki Bar, el nuevo place to be de la capital

Una de las novedades con las que abre Kabuki Madrid es con su espectacular coctelería, Kabuki Bar, un exquisito templo de coctelería y carta corta para disfrutar de los mejores nigiris y makis clásicos así como de una selección de tapas japonesas de estilo Kabuki, en horario ininterrumpido desde las 13:00h hasta la 01:00h de la madrugada de martes a jueves, y se amplía hasta las 02:00h los viernes y sábados.

A su oferta de coctelería clásica se unen el sake, el umeshu, los whisky japoneses, el té matcha, el jengibre, el yuzu y otros ingredientes. Los productos nipones protagonizan las creaciones más novedosas. Kabuki Bar es el nuevo place to be de la capital madrileña. Un emplazamiento desenfadado, glamouroso y con mucha vida para los que sólo quieren picotear, tomar una copa durante su shopping por la zona o un afterwork con alma Kabuki.

Acholao es mucho más que un bar. Este nuevo pisco bar ubicado en el barrio de Salesas es un viaje sin billete directo al corazón del Perú desde el centro de Madrid. El nuevo proyecto del Grupo Quispe, liderado por César Figari y Constanza Rey, celebra el mestizaje con una propuesta única que combina coctelería creativa a base de pisco, cocina criolla para compartir y una atmósfera que transporta a una antigua taberna limeña. La capital se convierte en Lima a base de sorbos y bocados.

César Figari y Constanza Rey, pareja en lo personal y en lo profesional, continúan elevando el nivel de la gastronomía peruana en Madrid. Él originario de Perú y ella argentina, son propietarios de Quispe, buque insignia del grupo, inaugurado en 2018 y convertido ya en el mejor restaurante peruano contemporáneo de Madrid con base criolla, y Ponja Nikkei. Un concepto, este último, que comenzó a gestarse en plena pandemia y que ha ido evolucionando y adquiriendo empaque y personalidad.

Mestizaje y coctelería en estado puro

Ahora, suman a la familia otro proyecto con el nombre de Acholao, inspirado en el término peruano «acholado», que se refiere al pisco creado a partir de la mezcla de dos o más cepas de uva, y en la riqueza cultural del vocablo Cholo, que hace referencia al mestizaje. Con esta base, se puede decir que Acholao representa fusión. Este lugar es el punto de encuentro, la mezcla perfecta, de culturas, personas, gastronomía y cócteles.

La herencia peruana se une a la vibrante energía de Madrid para ofrecer una experiencia única llena de sabores y emociones en el pisco bar del Grupo Quispe, el primero de España como tal, con una profunda identidad del país andino.

El templo del pisco en Salesas

Ubicado en la calle Almirante, 20, en pleno barrio madrileño de Salesas, mantiene la esencia de los otros dos restaurantes del grupo. Su propuesta gira en torno a una carta de coctelería creativa elaborada a partir de 20 macerados artesanales de pisco ―con grandes marcas como Sarcay, 1615 Pisco y Huamaní― infusionados con frutas, hierbas, raíces y especias andinas.

Con esta base se elaboran cócteles como Pisco Sours, Chilcanos, Mojitos, Spritz y Pisco Tonics, para ofrecer una experiencia única que no se encuentra en ningún otro bar del país.

Además de esta línea de coctelería a base de pisco, Acholao ofrece una carta de combinados clásica reinterpretada, también con el pisco como destilado base, y una selección de cócteles de autor, donde se incorporan otros destilados y técnicas contemporáneas. La propuesta líquida es una oda al pisco en todas sus formas y un homenaje al mestizaje que define a Acholao.

Cocina criolla para compartir

Esta variada y única propuesta de cócteles a base de piscos va acompañada de una oferta gastronómica que se centra en la cocina criolla, con una carta compuesta por una veintena de platos que invita a probar y compartir.

La mayor parte de las elaboraciones son raciones o pequeños bocados, fáciles de comer, ideales para degustar con la mano. En la carta destacan los clásicos, pero imprescindibles como el trío de cebiches y otros platillos como las croquetas de ají de gallina.

Cada receta está pensada para disfrutar sin complicaciones, en un ambiente distendido, respetando la tradición peruana, pero con un toque fresco y moderno. Todo ello se puede disfrutar en cualquier momento del día gracias a la flexibilidad de horarios durante la semana.

La sala, con capacidad para 60 personas, combina barras, mesas altas y una mesa presidencial, ideal para compartir y celebrar, fomentando lazos y comunidad. La experiencia gastronómica en Acholao es completa gracias a su cocina abierta, que ofrece la oportunidad de ver la elaboración de los platos.

El concepto culinario va acompañado de buena música y un gran ambiente, lo que convierte este lugar en el punto de partida para el tardeo o para disfrutar de una copa después de cenar.

Un local acogedor, un viaje a Perú

Espacioso, elegante y muy acogedor. Así es el nuevo local del Grupo Quispe. La propia Constanza, arquitecta y diseñadora de interiores, ha sido la encargada de dar vida a la decoración donde priman la combinación de texturas y los materiales orgánicos, creando una atmósfera rústica que sumerge de lleno al cliente en la experiencia.

Los colores terrosos y oscuros, la luz tenue, la madera envejecida y la tela de las sillas crean un ambiente íntimo que traslada al comensal hasta una taberna peruana antigua.

Todo está diseñado para que los clientes se sientan cómodos, en un ambiente desenfadado pero confortable, con la sensación de estar como en casa.